Si bien las habilidades técnicas son una condición necesaria a la hora de cubrir cualquier posición, hoy por hoy las habilidades blandas, relacionadas directamente con la capacidad de vincularnos e interactuar efectivamente con jefes, colegas y colaboradores, están tomando cada vez mayor relevancia, especialmente al momento de cubrir posiciones de liderazgo. En este sentido, a la hora de reclutar o promover a un colaborador a una posición de liderazgo, muchas empresas están priorizando el bagaje de competencias socioemocionales y de comunicación que posea un candidato por sobre su formación académica, diplomas y conocimientos.
En este contexto, los especialistas en gestión del talento de Randstad identificaron las 6 habilidades clave que las organizaciones esperan de un buen líder:
1. Ser empático.
Si bien la performance y los objetivos a alcanzar son importantes para el desarrollo de la organización, nunca debemos olvidarnos que trabajamos con personas. En este sentido, el desempeño es tan importante como el bienestar de cada colaborador. Por esta razón, un buen líder debe estar atento a cómo se sienten los integrantes de su equipo, si están motivados con sus funciones, si están entusiasmados con sus próximos proyectos, si se sienten desbordados con alguna tarea o si requieren de algún tipo de actualización profesional para desempeñar su rol con mayor soltura. Un liderazgo empático lleva a la conformación de equipos de trabajo sólidos, responsables, proactivos y solidarios, donde todos ponen lo mejor de sí para alcanzar el objetivo común y donde cada uno sabe que será escuchado ante una necesidad puntual.
2. Saber dar feedback.
Dar feedback a los equipos es un componente clave de rol de los líderes. Especialmente las nuevas generaciones consideran muy importantes los procesos de feedback, por eso esperan y demandan comunicaciones frecuentes por parte de sus supervisores para la evaluación constante de su performance. Ya sea cuando las cosas van bien y se trata de valorar y reconocer el aporte de un colaborador en un proyecto, como cuando hay que enfrentar conversaciones difíciles porque hay aspectos de mejora, las instancias de feedback son muy relevantes para el proceso de retroalimentación que define en gran medida la moral y el compromiso de los integrantes de los equipos de trabajo.
3. Manejar los desacuerdos.
Cuando se ocupa un rol de liderazgo suele ser frustrante cuando los colaboradores no están de acuerdo con una decisión y aparecen las objeciones. En estas situaciones no es conveniente ponerse a la defensiva y cerrarse las posibilidades de disenso, ya que eso hará que los colaboradores eviten compartir sus opiniones a futuro. Apelar a la racionalidad y explicar las razones por las cuales se prefiere optar por un determinado camino en lugar de otro, y dando la oportunidad a los integrantes del equipo de que también expresen sus puntos de vista, es el mejor camino para mantener el buen clima de trabajo y el óptimo funcionamiento del equipo, donde la variedad de perspectivas y opiniones enriquece el quehacer diario y abre la posibilidad a la innovación y las nuevas miradas.
4. Comunicar adecuadamente.
La habilidad de comunicación es otro de los factores claves a la hora de conducir un equipo de trabajo, especialmente en la actualidad donde –muchas veces- los intercambios laborales se encuentran mediados por la tecnología, a través de herramientas como las videollamadas, el email o el chat. Una comunicación efectiva resulta esencial para poder tener un buen relacionamiento con todo el equipo de trabajo y con el resto de la organización con la cual necesitemos vincularnos. Por eso, tomando en cuenta que el trabajo es cada vez más interdependiente y las organizaciones tienen estructuras más planas y matriciales, así como dotaciones diversas y heterogéneas, las habilidades de comunicación son críticas para trabajar en equipo y en forma colaborativa. Tener capacidad comunicativa implica saber escuchar, ser honesto, abierto, empático y respetuoso con el otro y supone la capacidad de observar, comprender y relacionar ideas y poder expresarlas de manera clara y ordenada.
5. Ser flexible.
En un entorno caracterizado por los cambios permanentes, las empresas necesitan líderes que puedan acomodarse a distintas situaciones que les presenta el contexto en el que deben desenvolverse. Se espera que los mandos medios puedan adaptarse a los cambios en las tareas y proyectos vinculados a su rol de trabajo, que sean flexibles y a la vez tengan el aplomo para afrontar con éxito cualquier desafío que se les presente. La flexibilidad también se relaciona con la capacidad de integrarse de manera armónica en equipos de trabajo diversos, intergeneracionales y multiculturales, así como también supone la capacidad de adquirir nuevos conocimientos y de actualizarse permanentemente.
6. Aprender a aprender.
En un contexto donde el cambio se ha instalado como la única constante y la tecnología acorta radicalmente la vida útil de los conocimientos y habilidades laborales, la capacidad de aprender a aprender constantemente, lo que se conoce comúnmente como “learnability”, es un activo muy importante que las personas deben desarrollar. Además, es importante tener en cuenta que el aprendizaje no se da solamente a través de espacios formales de capacitación. Un buen líder es quien aprende de las personas que lo rodean, es quien está abierto a aprender de aquellos a quienes está guiando ya que siempre tendrán una perspectiva diferente y podrán ver las situaciones desde un nuevo ángulo, nutriendo nuestra mirada.