Por Andrea Ávila, CEO de Randstad para Argentina y Uruguay
Día a día, nuevos estudios y encuestas sobre el futuro del trabajo se suman al debate que busca predecir la tasa de reemplazo de las personas en la fuerza laboral. Más allá de que algunos estudios arrojen resultados más optimistas que otros, se trata de un futuro que nos tiene como protagonistas y, por tanto, debemos ser parte de la construcción de ese porvenir.
El mundo del empleo se encuentra librando distintas batallas en simultáneo. Por un lado, tenemos la necesidad de resolver viejos problemas como la inequidad de género, el desempleo de jóvenes y seniors, la falta de protección social, los ámbitos de trabajo inseguros y cuestiones más aberrantes y de larga data como la explotación infantil. Asimismo, tenemos la necesidad de resolver las nuevas problemáticas del mundo laboral, como el impacto de la longevidad en los trabajadores y la migración. Y como si esto fuera poco, llegó la pandemia para alterar el estatus quo, acelerar tendencias e imponer un nuevo escenario.
Vivimos en un mundo donde la constante es el cambio permanente y a un ritmo nunca antes visto, que se combina con el avance de la tecnología y la digitalización para plantear un clima de incertidumbre sin precedentes.
En este escenario, sin dudas, la brújula que tenemos que seguir como sociedad tiene que estar alineada al objetivo de construir un futuro que nos incluya a todos, tal como plantea la agenda de 2030 con los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible propuestos por la ONU. Y el momento de actuar es ahora, ya que la combinación entre cambios sociales y nuevas tecnologías que estamos viviendo está dando forma al nuevo contrato social del mundo del trabajo del futuro.
Si bien la innovación y la incorporación de nuevas tecnologías en el mundo del trabajo no son una novedad, lo diferente hoy es la velocidad en que los cambios se producen. Todos los días surgen nuevos trabajos y otros desaparecen.
Eso implica que si bien la demanda de habilidades en disciplinas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por sus siglas en inglés) aumenta día a día, al igual que crece la relevancia de las “soft skills”, producto de un trabajo que se vuelve cada vez más colaborativo, interdependiente e interdisciplinario, lo cierto es que no sabemos a ciencia cierta cuales son las habilidades que demandarán los trabajos del futuro.
En paralelo, estamos transitando un cambio de paradigma educativo, con la caída de la idea un período de formación a determinada edad o una carrera para toda la vida. El nuevo paradigma está basado en el aprendizaje constante, en la capacidad de aprender y desaprender, y en la disposición a incorporar nuevas habilidades y conocimientos a lo largo de toda nuestra vida.
Las organizaciones, y la sociedad en su conjunto, tienen como reto lograr que esta transición hacia el futuro sea beneficiosa para todos. Esto implica adoptar la tecnología, pero sin perder de vista el factor humano. La tecnología debe utilizarse de manera ética y justa para que las organizaciones puedan encontrar al talento que las haga crecer y para que las personas puedan conseguir el trabajo de sus sueños.
Columna de Opinión publicada en la edición online de Ámbito Biz de Ámbito el 11 de Agosto de 2021.