Por Andrea Avila, CEO de Randstad para Argentina y Uruguay.
Brecha de habilidades, falta de oportunidades, alto desempleo, informalidad y otras problemáticas del ámbito laboral impactan especialmente entre los jóvenes, en lo que pareciera ser un déficit globalizado.
A la luz de este fenómeno, todo indica que como sociedad estamos formando individuos que pareciera que no son aptos para el mundo del trabajo. O por lo menos no están a la altura de las expectativas que el mundo del trabajo pone en ellos. Antes veíamos este descalce solamente en relación a las habilidades técnicas y ahora también se suma el desencuentro en la habilidades cognitivas y socioemocionales, en las llamadas habilidades blandas.
El desencuentro que vemos entre empresas y candidatos es algo que los jóvenes también perciben. No es cierto el preconcepto de que son apáticos sobre su futuro. Ellos no saben cuál es la mejor forma de buscar trabajo y el tema de la inserción laboral les causa temor. La sensación que tengo, viendo las dos campanas del asunto, es que a ambas partes, empresas y candidatos, les cuesta entenderse.
No hay que perder de vista que tanto las habilidades cognitivas como las socioemocionales se forman en la escolaridad, en el entorno familiar, y en las experiencias laborales y sociales, para incorporarse paulatinamente a los individuos como capacidades de su personalidad.
Estamos dándole más peso a las habilidades de formación que a las habilidades socioemocionales. Nuestro país tiene un gran desafío educacional y de formación. Enfrentamos datos de pobreza alarmantes, pero lo es mucho más aun el dato de deserción escolar y carencia de finalización del ciclo secundario, hoy requisito básico para la obtención de cualquier empleo.
Nos toca convivir con un mundo laboral que enfrenta cambios vertiginosos y continuos que impactan de manera directa en la forma en que trabajamos. Este cambio de herramientas, de procesos y de sistemas para hacer las cosas incide de manera directa en los skills que se necesita de la fuerza laboral.
Por eso, ya sea para los jóvenes que están en el mercado laboral, como para los que se están formando para ingresar pronto, es muy importante estar atentos para adaptarse a los cambios y mantener la empleabilidad. En otras palabras, hay que ser flexibles para poder afrontar nuevas tareas o aprender a hacerlas de otra manera y desarrollar los skills que demandarán los trabajos del futuro.
Para quienes tienen que formarse para ese futuro claramente incierto que nos depara del mundo del trabajo, lo que está claro es que difícilmente un profesional pueda desarrollar su carrera en el mediano plazo sin conocer y dominar las prácticas y herramientas que trae consigo la digitalización de la economía. Y en ese contexto se consolida la demanda de perfiles STEM, como se conoce a la formación vinculada a las Ciencias, la Tecnología, la Ingeniería y las Matemáticas.
Por otro lado, la amenaza del reemplazo de los humanos en la fuerza laboral y otros factores, como el aumento de la longevidad, nos permiten prever que los trabajos relacionados a la creatividad y al cuidado de las personas van a tener alta demanda a futuro.
Por eso, ante un futuro que se presenta con tanta incertidumbre, el mejor consejo que podemos darles a nuestros hijos es que se preparen, que se formen. Tenemos que ayudarlos a ver hacia dónde va el mundo del trabajo y a entender que en la educación está la llave para las oportunidades y el desarrollo profesional.
Columna de opinión publicada el 17 de enero de 2018 en el diario el cronista.