Por Jorge Figueroa, Director de Public Affairs & Sostenibilidad de Randstad Argentina.
En Randstad nos especializamos en empleo y recursos humanos. Somos un actor en el mundo del trabajo y por ende nuestra actividad está ligada de manera directa a algunos de los temas y problemáticas troncales de la agenda de derechos humanos.
Trabajo infantil, desempleo, empleo no registrado, igualdad de oportunidades, equidad de género, inclusión y otros temas centrales de la agenda del trabajo decente son moneda corriente en el día a día de nuestra actividad.
Como compañía, optamos hace muchos años por involucrarnos y trabajar, en términos de RSE y sostenibilidad, justamente en esos temas, que conocemos bien de cerca y dónde podemos generar aportes concretos, pero que además, nos permiten concentrar nuestros esfuerzos y recursos, lograr foco y así una mayor incidencia.
En ese marco fue que comenzamos a trabajar, hace un par de años, en el Barrio Padre Mugica, en articulación con el Centro de Desarrollo Emprendedor y Laboral (CeDEL) que funciona dentro del ex Barrio 31. A poco de andar vimos que teníamos objetivos que se alineaban con los del CeDEL y eso nos llevó a involucrarnos cada vez más en las iniciativas de inclusión laboral de los vecinos del barrio, con el objetivo principal de igualar oportunidades e integración focalizando en los talentos y habilidades, en lugar de poner el acento en las diferencias.
Trabajando dentro mismo del barrio en los procesos de selección y entrevistas simuladas, con el dictado del taller “Mi Primer empleo” y a través de la capacitación en habilidades laborales para mejorar la empleabilidad, el aporte central de Randstad en esta iniciativa tiene que ver con el vínculo y cercanía con el mercado de trabajo, haciendo de puente que facilita el ingreso al mercado laboral decente, formal e inclusivo.
Porque no hay que perder de vista que la Industria 4.0 y el ingreso a la economía digital traen consigo nuevas brechas y barreras de acceso al mundo del trabajo que agravan aún más la problemática histórica de empleabilidad que sufren muchos habitantes de barrios de alta vulnerabilidad social.
Porque los problemas de acceso al empleo decente se potencian cuando se trata de hogares de bajos recursos, generando la necesidad de trabajar en la inclusión para equiparar oportunidades. Así, la combinación de género, edad e ingresos hacen un combo que pone en el extremo de mayor de vulnerabilidad y exclusión a las mujeres jóvenes de los hogares de menores ingresos.
En los barrios carenciados o vulnerables debemos trabajar para derribar la principal barrera que es la discriminación por lugar de residencia, ya que el prejuicio los asocia con la inseguridad, la delincuencia, la falta de cultura de trabajo y una menor formación.
La falta de experiencia o de una buena red de vínculos también son barreras a la hora de ser considerado en oportunidades laborales del circuito formal, registrado y decente, y muchas veces los vecinos son “condenados” a trabajar dentro del mismo barrio, mayormente en el circuito informal.
Estas barreras, que son solo algunas de las que sufren quienes viven en el ex Barrio 31, son las razones que hacen necesaria la intermediación laboral, ya sea pública, privada o mixta, para nivelar la cancha y equilibrar las oportunidades de acceso al empleo formal.
Si bien existen a lo largo del país muchas iniciativas enfocadas en la inclusión laboral como la que impulsa el CeDEL en el ex Barrio 31, la coyuntura económica y la retracción en la demanda de trabajo conspiran contra los objetivos de estos programas. Lejos de desalentarnos, esta adversidad nos impone la necesidad de redoblar los esfuerzos para que aún con esta coyuntura, podamos incidir para cambiar esta realidad.
Necesitamos muchas más organizaciones que se involucren. Las empresas tienen un rol clave e indelegable frente a esta realidad. Es importante que entiendan que la igualdad de oportunidades, la inclusión y la diversidad en la composición de las plantillas de las organizaciones es tanto un activo de generación de valor social como una ventaja para el negocio.
La agenda 2030 sitúa, por primera vez, a las empresas como agentes clave que no solamente generan riqueza, sino también desarrollo a nivel mundial. En este marco, las empresas deben generar impactos positivos que cambien la forma de hacer negocios y mejoren el bienestar del conjunto de la sociedad para avanzar hacia un mundo en el que nadie quede atrás.
Columna de Opinión publicada en la página 58 de edición #1222 del mes de Noviembre de 2019 de la Revista Mercado