El correo electrónico supo ser una de las herramientas más novedosas y útiles para el mundo empresarial. Permite comunicarse de forma fluida, enviar archivos, hacer cadenas, y contactarse desde cualquier parte del mundo. ¿Suenan anacrónicas estas ventajas? Lo son, en gran parte, ya que las hemos naturalizado. Y más aún, las hemos mejorado. Y es por eso que el email comienza a considerarse una herramienta obsoleta, y las organizaciones empiezan a probar nuevas alternativas en consecuencia.
El correo electrónico ya no es lo que era. Como herramienta de comunicación interna, las empresas y organizaciones se cuestionan su fiabilidad. Tras la experiencia cotidiana de las redes sociales, en las cuales se intercambian mensajes de forma dinámica y rápida, una sombra de sospecha sobre la eficacia se cierne sobre el email. Crece la costumbre de no utilizar el email cuando uno quiere comunicarse con urgencia con otra persona y con el crecimiento del Cloud Computing (“la Nube”), los archivos adjuntos del email se asemejan a una polvorienta biblioteca desordenada. Lo que antes eran ventajas (su rapidez, su facilidad, su dinamismo) hoy son características que han evolucionado en las redes sociales, incluyendo el simple concepto de búsqueda. Las intrincadas direcciones de email y los acrónimos de los dominios serán reemplazados por algo tan cotidiano como nuestro nombre y apellido.
El segundo verdugo de los emails es nada más y nada menos que la juventud. Pocos jóvenes los utilizan como medio de comunicación o intercambio. Esto quiere decir que, inevitablemente, el medio deberá mutar, ya que estos jóvenes comenzarán a poblar las empresas con su velocidad 2.0 y sus herramientas de mensajería instantánea.
Ante esta situación, muchas organizaciones se inclinan por la metodología de una red social corporativa. Plataformas como Yammer o Asana se candidatean para reemplazar, en un futuro cercano, el uso del mail en el trabajo. El slogan de Asana resume esta idea en tres palabras: “Teamwork without email”, es decir, “trabajo en equipo sin emails”. Una simple ecuación que da a entender que el correo electrónico se ha vuelto un elemento molesto a la hora del trabajo conjunto.
La innovación dicta el paso de nuestras comunicaciones. Así como parecía que hasta ayer utilizábamos sobres, cartas y códigos postales, próximamente algunos recordarán con nostalgia las largas cadenas de emails de sus compañeros de trabajo. Y, sin embargo, nadie podrá decir que añora ese torrente inmenso de publicidades, o el viejo y odiado correo spam.