La cultura organizacional es uno de los intangibles más importantes y más difíciles de construir en una empresa y una pieza fundamental de la marca empleadora. Como todo intangible, es paradójica: cuanto mejor es su funcionamiento, menos perceptible es.
Se trata del conjunto de normas, creencias, hábitos, experiencias y valores que dan sentido a la organización, es compartido por sus integrantes y condiciona la forma en que la organización actúa y se relaciona con su entorno.
Según una encuesta realizada en 2010 por Randstad a más de mil empleados, la cultura organizacional actúa sobre la moral de los empleados, su productividad y su satisfacción con el trabajo. Esto quiere decir que en gran medida una marca empleadora estará determinada por la cultura organizacional que pueda ofrecer a los mejores candidatos. ¿Qué elementos deben empoderarse para apuntalarla? Según la encuesta, los elementos que la componen son tan diversos como la actitud de los empleados: una administración efectiva, fuertes relaciones de confianza, un enfoque en los clientes, responsabilidad, capacitación y desarrollo, compensación y recompensas, apoyo a la innovación, y un énfasis en reclutar y retener a los mejores colaboradores.
Una compañía que busque construir (o reconstruir) su cultura deberá instaurar programas de incentivos y capacitación, definir valores éticos a través de su misión, empoderar la visión de sus líderes y de sus colaboradores, y crear relaciones significativas, sanas y reforzadas por esos valores que hacen a la confianza de clientes, empleados, socios y proveedores, entre otros grupos de interés.
La cultura organizacional es una de las patas de la marca empleadora y un factor clave a la hora de retener a los empleados, potenciar su moral y su productividad, identificándolos con la empresa y reforzando su engagement.
Pero, además, en un contexto en el que el peso de la opinión pública y la valoración de la gente resultan clave para definir el atractivo de una organización como marca empleadora, la cultura organizacional juega un papel fundamental para hacer que los colaboradores tengan una experiencia positiva que los convierta en voceros de la marca.
La coherencia entre lo que las estrategias de employer branding proponen y la cultura organizacional que se vive y se respira dentro de la compañía es la garantía de éxito de esas estrategias. De otra forma, estaremos generando experiencias negativas al alentar expectativas que luego no se cumplen o están disociadas de la realidad que los colaboradores experimentan puertas adentro de la empresa.