Por Andrea Ávila, CEO de Randstad para Argentina y Uruguay
La búsqueda de equidad y el empoderamiento de la mujer en el ámbito laboral sigue siendo una asignatura pendiente en todo el mundo. Si bien mucho se ha avanzado en algunos aspectos, la brecha de acceso de las mujeres a puestos directivos en el sector privado no se ha podido achicar en los últimos años.
Siendo que estamos cerca de terminar la segunda década de siglo XXI, sorprende que todavía estamos ocupándonos de buscar las herramientas para darle poder a la mujer en el trabajo. ¿Qué es lo que hace que sea tan difícil avanzar? Sin dudas el desafío de la equidad requiere resolver cuestiones que trascienden el ámbito laboral. Tenemos que lograr revertir muchos preconceptos que tanto hombres como mujeres arrastran determinando barreras culturales que imposibilitan avanzar hacia un mercado laboral más diverso e inclusivo.
A modo de ejemplo, los resultados de una reciente encuesta realizada en argentina para el Randstad Workmonitor son una buena muestra de esas barreras culturales. Una abrumadora mayoría de los encuestados se inclinó por la diversidad de género en términos generales, pero se contradice al momento de indicar sus preferencias particulares. Por un lado, un abrumador 91% indicó que prefiere trabajar en un equipo en el que se expresa la diversidad de género, al tiempo que 87% considera que los equipos de trabajo diversos logran mejores resultados. En contraposición, 70% de los encuestados varones prefiere tener un jefe hombre al igual que el 60% de las encuestadas mujeres.
El descalce entre la percepción y la realidad que muestran estos datos pone en evidencia que si bien hay un consenso generalizado respecto del valor que genera la diversidad, hay aún barreras culturales concretas que imposibilitan que la igualdad de oportunidades para hombres y mujeres sea una realidad concreta y con ella se rompa finalmente con el techo de cristal.
A lo largo de los años, y aún hoy, las mujeres han debido renunciar al trabajo o compaginarlo con su tarea de cuidado de la familia y el hogar, en un modelo de "doble presencia". Este desdoblamiento provoca la duda en quienes ocupan puestos de dirección cuando deben contratar o ascender a dos personas con igual preparación pero diferente género. Esa duda que subyace dispara una pregunta que quien debe tomar la decisión de contratación se hace consciente o inconscientemente: ¿Podrá la mujer brindarle al puesto la atención necesaria cuando seguramente también tenga que pensar en la tarea de sus hijos y en lo que comerán a la noche?
El día que esa pregunta ya no sea parte de la ecuación que determina decisiones de contratación o ascensos, habremos avanzado hacia la plena igualdad de oportunidades para hombres y mujeres en el ámbito laboral.
Columna de opinión publicada en la sección Management de edición online de la Revista Mercado el 8 de marzo de 2017